Todas las relaciones son complejas. Pasamos de la sorpresa a la fascinación para terminar bastante cerca del odio o, en el mejor de los casos, a la indiferencia. En algún momento estas emociones debieron ser adaptativas, hoy , sencillamente, munición para políticos, que saben mucho sobre irracionalidad (o mejor racionalidad perversa).
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Hacemos grandes esfuerzos para fines ridículos, pero somos incapaces de mirar al otro como a mí mismo (¿Os suena?)
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Y luego la forma de comunicarnos, que reúne todas las características de la incomunicación. ¿Y nos decimos la cima de la evolución?
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