Sueño con serpientes, decía Silvio…

Tal vez por los tiempos que corren o tal vez porque ya lo guardábamos dentro, la fantasía de hace poco difícilmente podría superar la realidad. No eran nuestros monstruos internos los que deberían haber captado nuestra atención sino los otros, los que nos iban a contar.

Los primeros crecían en el interior deborando la mente, a través de un miedo infantil, irrisorio a estas alturas. Nunca con la imaginación llegamos a adivinar la crueldad que estaría por venir, y que vendrá, aseguran mis fantasmas, porque los fantasmas son los que lo cuentan.

Como niños, vivimos aquel miedo tan precario, tan ingenuo, cuando la mano dulce de la abuela podía calmarlo todo, donde, después, una llamada calmaba el dolor al instante.

Sueño con serpientes, cantaba Silvio Rodriguez, cuando su sueño era un sueño de universalidad, de compromiso, un sueño al que nos invitaba a todos.

Con serpientes con cierto mar de tristeza sueño yo, decía.

Cuando los fantasmas de la tristeza tomaron el control, y la rabia. Y no es la sangre, al menos esta vez, la que más daño ha hecho, sino cómo cuentan los fantasmas el discurrir de la sangre.

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