Filosofía perversa para indefinidos.

Corren tiempos en los que la crítica queda supeditada a la política ( como siempre, claro) pero esta vez en su formato de versión ideológica e ideologizante, derivada sobre todo, de la izquierda más indefinida. El lenguaje y su particular forma de interpretación sellan el pacto de esta «sociedad líquida» de hombres desajustados que necesitan al Padre para seguir siendo Hijos (¡chaval, que tienes ya cuarenta y dos tacos!)

El lenguaje queda así a disposición de unas partes para llegar al todo (¡Ay, Dios, que me voy del todo¡, valga la redundancia). Antes, con la religión, era más fácil ( «ser o no ser» que diría aquel tipo que llevaba jubón medieval, al que Cervantes le daría mil vueltas, pero como era inglés…), ahora, con la Cultura (que sustituye a aquella otra mística) todo se complejiza hasta su incomprensión y quedan marcadas las palabras sin las cuales vivir resulta problemático (eco, género, disfruta, democrático, kardashian, procrastinar- agggggg¡-, autoestima, guion sin acento, negacionista, emoticonos múltiples, etc.)

Tal vez, si leyéramos a Platón en vez de Yuval Noah Harari, y comprendiéramos el término «symploké» que en su versión castiza diría que no todo puede relacionarse con todo, que no todo casa bien, vaya, podríamos hilar más fino, aunque sea menos populista (apunten esta palabra sin apenas significado a las anteriores).

Y si no, seguimos metiendo miedo al personal, fomentando la paranoia, que siempre trae buenos resultados, señor Conde.

Deja una respuesta