Entiendo Angelus Novus, al igual que Walter Benjamin, como el Ángel de la Historia, un ser que parece observar desde fuera la realidad humana, año tras año, con la misma decepción, con el mismo dolor recurrente. En el fondo, el Angelus es una metáfora del Hombre mirando hacia sí mismo. Transformar al hombre en un ser extracorpóreo (solo como recurso literario) no sirve salvo para definir la dimensión, la extensión de esa mirada: puede mirar introspectivamente a la vez que extenderse por el mundo; puede estar tanto en la cotidianidad de los cafés con aromas amigables cuanto en el epicentro de una guerra fratricida.

A su vez, Angelus Novus, es una obra multidisciplinar, una ópera en el fondo, donde confluyen músicos, actores, escenógrafos, poetas y narradores, para dar sentido a lo humano, para intentar hacer consciente la enorme diversidad en la que se vive, abrazando la posibilidad del cambio, sin el absurdo idealismo que nos hace dar vueltas mientras olvidamos a los demás.