Angelus Novus II

Una obra no es lo que el espectador ve. En eso solo hay una parte, una foto fija de tiempo limitado en la que no se aprecia ni la gestación, ni el propio conflicto que supone la creación ni la producción. No importa. Tiene que ser así. A priori, es secundario el sufrimiento del actor o del autor, incluso del público, todo tendrá, acaso, un sentido posterior, para el experto, para el estudioso, para aquel que pretenda entender el «hecho social total», del que hablaba Mauss, en lenguaje antropológico.

El dolor es parte de la obra. Algunos espectadores lo sienten, la mayoría no; la mayoría define lo que ve como «me gusta» o «no me gusta»,todos los participantes se muestran con él y deben mirarlo a los ojos. Las redes sociales juegan con ese lenguaje infantil, sin construir, dejan el mensaje en lo superficial, sin alma.

Angelus Novus es una obra existencial (?),filosófica, anacrónica por tanto, las redes sociales no tendrían nada que decir, no hay carcasa (o casi), se dan en esta obra un mensaje-idioma poliédrico, de múltiples reflejos, con diferentes niveles de conciencia, cuya reflexión, en sentido de reflejo de luz, se dirige hacia adentro, ilumina nuestro interior oscuro. Aquí aparece el dolor de cada uno enfrentándose a su propio reflejo: los cobardes verán dictadores y los temerosos, demonios a punto de devorarlos. Pero solo es imagen o texto, no son las palabras las que hacen daño, es su reflejo en nuestro interior; no es Otelo el que nos mata con sus celos, es nuestro reflejo el que nos tortura.

En la primera parte la metáfora del Angelus se propagó con un lenguaje musical (rock progresivo, dicen) en la segunda parte el cambio es contundente. El ángel ha cambiado, se ha hecho hombre, sufre con el hombre y eso es lo que lo humaniza. Así será también la música, el nuevo espectáculo, los nuevos sufrimientos.

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